Érase una naranja, redondita, naranja que crecía en su naranjo. Creció y creció y fue recolectada. Y vendida. A precio ridículo, una miseria. La vendieron junto con 6 o tal vez 7 de sus compañeras por 1 céntimo. Algunas de sus hermanas consiguieron quizá un mejor precio, pero no mucho mejor.
Pasaron de mano en mano, las metieron en redecillas, las declararon "de zumo". Se sintieron insignificantes. Por su precio y por lo que sabían que sería su fin.
Sin embargo, algo extraño ocurrió. Tras ser exprimida junto a una de sus hermanas, y caer en un pequeño vaso, de cristal, la pequeña naranja, o lo que quedaba de ella, desde la basura, arrugó su cáscara naranja en expresión de sorpresa. Ahora y sólo ahora, su precio había cambiado, escandalosamente, inexplicablemente. Desde su pequeño lecho de muerte, la naranja pensó: ¡Vaya morro!
2 comentarios:
¡Qué buen relato!
Un microcuento buenísimo.
Hola Sergio, haberlo dicho,
puedes pasarte cuando quieras en horario de 10:00 a 13:00
te encantará.
Teo.
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